sábado, 6 de octubre de 2012

No todo es color rosa.


Es muy fácil quejarse, lamentarse, vivir con el pesimismo como filosofía de vida, y echarle la culpa a lo que sea menos a nosotros. Y es fácil también irritarse a las primeras de cambio, herir a alguien que no se lo merece simplemente porque algo no nos ha salido bien,  pensar que somos unos fracasados porque un par de veces las cosas no han ido como esperábamos. Creemos que no podemos ser lo que queramos solo porque no luchamos por ello. Es muy fácil ser negativo, pesimista, y un fracasado ante nuestros ojos. Es lo que menos esfuerzo nos supone... Así que debe ser lo mejor. Pues no. Primer error. La mayoría de nosotros somos pesimistas porque lo hemos convertido un hábito sencillo de cumplir.

Estar de mal humor parece más fácil que sacar una sonrisa en los momentos bajos. Lamentarse parece la opción ideal para evitar aprender de los errores. Y decir que nosotros no podemos aspirar a más, es una forma rápida de cortarnos las alas que nos permiten recorrer el camino hacia nuestros sueños. 

Pero aún hay algo más fácil que eso: algo mucho más eficaz y enriquecedor que muchas veces ni siquiera tenemos en cuenta, y que en cambio hace que la vida se pinte de colores. Existe algo que posee la suficiente magia como para que cada uno de nosotros creamos que tenemos la fuerza suficiente para conseguir todo aquello que queremos. Ese algo se llama optimismo, y está demostrado que quienes lo ponen en práctica gozan de más salud y viven una media de diez años más que el resto.

Levantarse con una sonrisa, llamar esa persona amada,  hacer una lista de sueños por cumplir, disfrutar del trabajo pendiente como algo que nos hace mejores, hacer planes sin autoimponernos límites... Nuestra vida puede empezar a cambiar para mejor con cualquiera de estos gestos. El optimismo es más que una actitud; es un estilo de vida. Y sonreír más no solo nos hace más felices, sino que mejoramos la vida de los que nos rodean. Menos enfados y más sonrisas. Menos problemas y más soluciones. Menos mal humor y más optimismo. Porque sin optimismo no habría esperanza, ni objetivos que alcanzar, ni nada por lo que luchar. Y sí, los optimistas viven más... Pero también viven mejor.

Todos somos capaces de conseguir lo que nos propongamos. Los sentimentales les llaman sueños; los racionales, objetivos. Podémos ponerle el nombre que quieras, pero todo aquello que deseamos podemos tenerlo si damos el primer paso: creer en nosotros mismos, y levantarnos si caemos. Y para eso, hace falta ser positivo. Porque la vida, de colores, se ve mucho mejor.



No hay comentarios:

Publicar un comentario